En muchas de las sesiones que he tenido con mis clientes, se ha manifestado la necesidad de controlar sus emociones para disminuir sus problemas de interacción con otros.  La creencia que más se presenta es que necesitan desarrollar una fuerza especial para contenerlas o eliminarlas, sobre todo si se tratan de emociones restrictivas, como el enojo, la tristeza, la vergüenza, la envidia, etc.   

 
A lo largo del tiempo, diversos autores han dedicado parte de su tiempo al estudio de las emociones, su origen, expresión y por su puesto la gestión de las mismas con una gran diversidad de abordajes: sociales, biológicos, filosóficos, antropológicos, psicológicos, etc., por el rol tan importarte que juegan en nuestras vidas.
 

¿Qué son las emociones?

 
Es el resultado de un análisis de una situación especialmente significativa para cada uno de nosotros, que interpretamos de acuerdo a nuestra historia personal y que genera un tipo energía interna que provoca cambios fisiológicos en nuestro cuerpo.  Nos prepara para responder de una manera determinada. Por ejemplo, cuando percibimos que existe una desproporción entre una amenaza y los recursos con los que cuento para resolverla, surge el miedo, que detona cambios en el cuerpo y me prepara para defenderme, atacar o huir.
 
El lóbulo frontal de la corteza cerebral, por la acción del hipotálamo, activa la glándula suprarrenal.  La glándula suprarrenal descarga adrenalina, las pupilas se dilatan, el tórax se ensancha.  El corazón aumenta el gasto cardiaco, late más fuerte y más rápido, las arterias se contraen y se produce un aumento en la tensión arterial.  Los músculos se contraen, el hígado libera glucosa, el combustible de los músculos.  La piel palidece, los bronquios se dilatan para aumentar el volumen de oxígeno y, en casos extremos, la vejiga se vaciará.
 
Las emociones tiene un bajo nivel cognitivo, son rápidas pero no necesariamente precisas. Y esto no las hace buenas o malas, son útiles para nuestra sobrevivencia y nos ayudan a superar dilemas que la razón no puede enfrentar.
 
Hoy en día existen discusiones sobre la clasificación de las emociones, siendo Darwin el primero en proponer la existencia de emociones universales.  Al día de hoy algunos autores llegan a identificar emociones primarias, secundarias o compuestas, sin ponerse de acuerdo para definir cuantas y cuales son. Como ejemplo, mencionaremos la felicidad, la tristeza, la ira, el miedo, la sorpresa y el desprecio.    
 
 

Los estados emocionales

 
A diferencia de las emociones que son instantáneas, impulsivas, intuitivas y a veces ilógicas, los estados emocionales enmarcan conductas desde los cuales actuamos abriendo o cerrando posibilidades.  Es cuando una emoción se ha instalado predominantemente en nosotros por un tiempo mayor, definen nuestros parámetros de comportamiento y nos conducen a la interpretación del mundo como por ejemplo la paz, la ambición, la resignación o el resentimiento.
 
Los estados emocionales son altamente contagiosos. Imagina que estás en un lugar donde el ambiente es armónico y llega alguien que está enojado. Lo que puede suceder es que se comience a percibir incomodidad, despertando emociones restrictivas en los demás y es altamente probable que terminen molestos. O viceversa, ¿te ha pasado que estás de malas y de pronto alguien llega de buen humor y te contagia?  Podemos darnos cuenta del estado emocional de los demás al observar sus expresiones faciales, su postura, el tipo de palabras que usa, el tono, velocidad y volumen de su voz, etc.
 
Habiendo hecho estas distinciones, podemos decir que las emociones no son controlables. Sin embargo, podemos desarrollar la habilidad de detectarlas, modularlas y enfocarlas a la consecución de un objetivo a través del desarrollo de nuestra inteligencia emocional.
 

La inteligencia emocional

 
Definida por Daniel Goleman en su libro Inteligencia Emocional es el conjunto de habilidades como el autocontrol, entusiasmo, la perseverancia y la capacidad para motivarse uno mismo, que nos permiten obtener el mejor rendimiento de nuestro potencial intelectual, constituyendo entonces el vínculo entre los sentimientos, el carácter y los impulsos morales, lo que Aristóteles define como «enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto».
 
Descubre como el coaching te puede ayudar a gestionar tu inteligencia emocional.